domingo, 25 de marzo de 2012


Mendoza
DIARIO LOS ANDES
lunes, 22 de junio de 2009
Básquet - Familia de deportistas

Becerra y Scola, una historia para contar

El recordado jugador del club Cano y las selecciones Mendocina y Argentina es tío del estelar pivot de los Houston Rockets de la NBA.
Becerra y Scola, una historia para contar
El recordado Rulo Becerra y el estelar Luis Scola. Dos protagonistas del básquet argentino, con 30 años de diferencia. Gentileza
Jorge Aníbal Rulo Becerra y Luis Alberto Scola no sólo tienen en común su gran amor y pasión por el basquetbol, donde el sanluiseño nacido el 4 de diciembre de 1950 en Santa Rosa del Conlara, cerca de Merlo, en la vecina provincia, mendocino por adopción, ingeniero electrónico de profesión que desde hace años reside en Buenos Aires, ya escribió su gran historia con letras bien grandes, primero como jugador, después como activo y valioso dirigente.

Y el otro aún la está escribiendo, el chico nacido en Floresta, en la Capital Federal, en el seno de una familia de deportistas, que en julio de 2007 tocó el cielo con las manos al firmar un contrato de 3 años con Houston Rockets para participar así de la famosa NBA, con una actuación realmente consagratoria en la última edición que hace muy poco consagró como campeón a los Angeles Lakers, el equipo que desvela al famoso actor Jack Nicholson.

Es que entre ambos, protagonistas en distintas épocas con casi tres décadas de diferencia, además de una fuerte corriente de estima, admiración y mutuo respeto, existe una relación familiar poco difundida que Más Deportes conocía desde hace algún tiempo y que ahora revela como una de esas bellas historias del deporte que merecen ser contadas con el testimonio de Jorge.

Es que Rulo Becerra es tío de Luis, porque está casado con Ana María Scola, hermana de Mario Scola, el papá de Luis, que nació en una familia de deportistas que pertenecía al Club Ferrocarril Oeste, donde su mamá Alicia practicaba taekwondo y su papá Mario era un destacado jugador de basquetbol que alcanzó a integrar la Selección juvenil argentina por los años 1975 y 1976.

Nacido en la pintoresca esquina de Mercedes y Bacacay, en el tradicional barrio de Floresta, el 30 de abril de 1980, contrariamente a lo que podía pensarse no fue el basquetbol la primera disciplina deportiva de Luis, que apenas a los 5 años de edad mostraba una notable lucidez para el juego delajedrez, según revela el periodista y escritor Víctor Lupo, autor de un magnífico trabajo editorial, el libro "Cien ídolos porteños", quien también cuenta que Luis se familiarizó con el deporte de los dobles en el Club Ciudad de Buenos Aires, primero como jugador de divisiones inferiores y más tarde con edad de mini integró un combinado argentino que participó en un encuentro internacional en Puerto Rico, donde lamentablemente se lesionó una pierna y debió ser enyesado.

Sus dos hermanas, Silvina y María Elena -también de una altura respetable- excelentes jugadoras de voleibol fueron quienes lo ayudaron en la recuperación.

El tío Rulo 
Cuando Luis nacía, en 1980, su tío Jorge ya había construido su gran carrera que se inició allá por los años ’60, en su querido Club Guillermo Cano de las Casas Colectivas, en la Sexta Sección, la institución donde llegó tan alto como aquellos espectaculares saltos que lo mantenían suspendido en el aire y que le permitían encestar desde cualquier posición, figura decisiva en aquellas recordadas finales de esa misma década y de la del ’70 frente al Andes Talleres del maestro Luis Armendáriz.

Con su envidiable altura de 1,98 metros para la práctica del basquetbol, elástico, certero, de finos movimientos bajo el aro, fue el conductor ideal de los llamados Tricolores de Guillermo Cano -camiseta a rayas verticales muy finas, con los tradicionales colores celeste, rojo y blanco, pantalones también blancos con coloridos lunares azules, medias rojas y azules -equipo que cuando ingresaba a la pista atravesaba un círculo de papel al mejor estilo de los magníficos Globe Trotters de aquellos años.

Con fondo de música entre serpentinas y papel picado, lo que constituía una nota simpática y folklórica. Formación que dirigía el recordado Pedro Bátiz y que entre otros integraban Hugo Socchi, el Pepa José Luis Falcioni, Castromán, Trillo, el Flaco Evans, el Chango y el Chalo Valeros, Jesús Bátiz, Jaliff, Houlné, Galafassi, Dirimais, Zullinger, Nino Santoni y Pachi Romero, con posterioridad preparador físico.

Un buen día el admirado Rulo, tras integrar la Selección Mendocina que en 1972 dirigió otro coloso del pasado, Arturo Cacciamani, junto a valores como Trillo, Castromán, Orlando Toledo, Caniche Estalles, Pipío Pedemonte (hijo) y Luis Francisco Pato Rodríguez, entre otros, armó su bolso en el que guardaba nuevos sueños e ilusiones y partió a la Capital, donde formó en el Club Obras Sanitarias, paso previo a su convocatoria a la Selección Argentina que dirigida por Miguel Ángel Rupullone, entre el 3 y el 14 de julio de 1974 participó del VII Campeonato Mundial de Basquetbol jugado en Puerto Rico, a la par de grandes valores como Guitart, Perazzo, Pagella, Martín, Aguirre, Finito Gherman, Carlos González, Cabrera y Monachesi.

En la rueda consuelo, por el noveno y el décimo cuarto puesto, la Argentina se clasificó en el décimo segundo lugar. Becerra seguía los pasos de Arturo Cacciamani, que fuera sub-capitán de la Selección nacional en el Mundial de Brasil en 1963.

El sobrino LuisCon sus 2,06 metros de altura, un peso de 104 kilos y desde su posición de ala pivot, Luis Alberto Scola comenzó a jugar en el Club Ferrocarril Oeste -donde se habían conocido sus padres- y en 1995, con tan sólo 15 años de edad, ya alternaba en primera división.

También ese mismo año resultó campeón con la Argentina en el Sudamericano de Cadetes y en el ’96 fue campeón argentino en el Sudamericano Juvenil, para hacer su debut en la Selección mayor el 15 de junio de 1999, en el Sudamericano de Bahía Blanca, en un partido contra Ecuador, según recuerda el historiador Víctor Lupo en la completa biografía que ha escrito de Scola.A los 17 años inició lo que siempre reconoció como "la gran aventura europea" cuando se incorporó al Gijón Baloncesto de España -1998-2000- equipo con el que ganó el torneo de segunda división en la temporada ’98-’99; luego militó en el Tau Cerámica de Vitoria, también de España -2000/20007- donde conquistó la Copa del Rey en 2002, 2004 y 2006.

En 2002 fue elegido el mejor basquetbolista de Europa Sub 22 y ese mismo año resultó seleccionado en la segunda ronda -Nro 65- del Draft de la NBA por San Antonio Spurs y fue medalla de plata en el Mundial 2002 de Indianápolis en los Estados Unidos.

Padre de 2 hijos -Tiago y Tomás- Luis se casó con su novia del secundario -Pamela- y siempre recuerda que cuando tenía 10 años, en el Mundial que se jugó en la Argentina en agosto de 1990, del que su tío Jorge fue el máximo responsable de la organización, se desempeñó como "ball boys" -alcanza pelotas- debajo de los aros, oportunidad en que vio bien de cerca, según también cuenta, al griego Yanakis y a los yugoslavos Petrovic y Divac, que ya jugaban en la NBA y que ganarían ese Mundial.

Justamente Divac, a quien entonces había admirado sentado bajo la jirafa, fue a quien le quitó limpiamente una pelota en el último segundo del partido frente a Yugoslavia, que terminó con un polémico fallo a favor de los yugoslavos que lograrían el título en la final del Mundial de Indianápolis.

La medalla de oro olímpica en Atenas en el 2004, cuando se los conoció como "La Generación Dorada", y la de bronce en 2008, en los Juegos Olímpicos de Pekín, China, son otros de los méritos alcanzados por Scola que en julio del 2007 firmó un  importante contrato con los Houston Rockets, donde esta temporada se erigió en una de las más grandes figuras de la NBA.

“Lo quiero como a un hijo”


“Lo quiero como a un hijo”
El espíritu de lucha de Luis Scola es la principal virtud que su tío Rulo Becerra destaca de él.
"Lo quiero como a un hijo", es la expresiva y tierna respuesta de Rulo Becerra, cuando a través del mail cuenta, a pedido de Más Deportes, lo que siente por su sobrino Luis, lo que así explica:
"Mi relación con Luis siempre ha sido buena, excelente, porque somos muy unidos con su familia. Mario y Alicia, sus padres, tienen 3 hijos y con mi esposa Ana María tenemos 4, si bien los nuestros -Juan Estanislao (33), Paulina (32), Luciana (31) y Joaquín Antonio (30)- son unos pocos años mayores que los Scola. Los hemos criado prácticamente juntos, todos han ido a la misma escuela y hemos coincidido en varias vacaciones en las que lo hemos pasado realmente bien. De modo que existe un cariño y un respeto parecido al de un padre y un hijo".

"También he seguido toda su trayectoria, pero nunca he influido en sus decisiones, que han sido muy propias, personales, con el apoyo de su familia, de sus padres, que son los que lo han aconsejado para bien en todo momento, porque siempre le han deseado lo mejor. Si ha existido alguna influencia de parte mía esta ha sido mínima, quizás por lo que le hayan contado sobre mi época de jugador. Esto no significa que no hablemos de basquetbol, lo que hacemos con mucho placer cuando está en Buenos Aires y podemos encontrarnos, pero sin entrar en profundidades".

Agrega el inolvidable ídolo del basquetbol mendocino, feliz abuelo en estos días de 4 hermosos nietos y otro en camino que llegará en octubre -Genaro Demetrio, Jonas Lázzaro, Jeremías Aquiles y Morena-: "Ser tío tiene sus ventajas porque uno puede hacer bromas sin tener la responsabilidad del padre. Cuando él vivía en España siempre lo trataba de mezquino, porque nunca me traía un jamón serrano que le había pedido que me regalara. Él me explicaba que no podía complacer mi pedido porque en la Aduana Argentina no estaba permitido pasar ese tipo de comestibles".

"Si bien yo conocía esto, fingía no saberlo y le insistía que ponía esa excusa para no comprar un jamón y le repetía que se había puesto muy austero en sus gastos. Tuve que viajar a España por razones de trabajo y de paso aproveché la ocasión para ir a visitarlo, lo que él sabía, y me recibió con un regalo, un jamón de los más caros (pata negra), exquisito, un manjar. Durante mi corta estadía allá comí jamón todos los días y al final, con lágrimas en los ojos, se lo tuve que regalar a un amigo porque era imposible traerlo. Nunca más le hice esa broma, porque nunca fue ‘agarrado’ para nada".

Cierra el orgulloso tío en su correo con Más Deportes: "En lo basquetbolístico pienso que es un jugador grandioso, con un espíritu de lucha difícilmente igualable. Y en lo personal, mi admiración es la misma que tengo por mis hijos, que es mucha".

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